«El Viajero: un disco de oro y un punto pálido azul…»

El 5 de septiembre de 1977, la sonda espacial Voyager I fue lanzada a localizar y estudiar los límites del Sistema Solar. Este joven aventurero fue enviado a visitar  a los vecinos de nuestra querida Tierra, a Júpiter y Saturno.

Estas sondas llevaban consido un «Disco de Oro» con una selección de hora y media de duración de música (Bach, Mozart, Beethoven, Louis Armstrong, Chuck Berry, etc. de varias culturas de la Tierra, además de saludos en 55 idiomas humanos y el llamado «Sonidos de la Tierra», con sonidos de volcanes, terremotos, rayos, lluvia, ranas, perros, lobos, caballos, trenes, automóviles, una madre, un niño o el pulso cardíaco. Además, adjunta 115 imágenes de nuestro planeta, del cuerpo humano y nuestra sociedad. Este disco fue ideado por un comité científico, presidido por el astrónomo Carl Sagan, famoso por la serie divulgativa “Cosmos: A Personal Voyage”. Su objetivo es proporcionar información de nuestra existencia a otras posibles civilizaciones o, al menos, la mera constancia a estas de que no están solos en el Universo. Es como una pequeña «botella» que tiramos al «océano cósmico»…


En 1979 llegó al gigante de gas, realizando más de 19.000 fotografías de su superficie, satélites e incluso observando, por primera vez, su actividad volcánica. Más tarde, en 1980, nuestro viajero se aproximó a Saturno, enseñándonos la compleja estructura de su anillo de asteroides y obteniendo datos de su atmósfera y su satélite natural más grande, Titán. Este acercamiento a Titán desvió su órbita, por lo que la misión planetaria de la sonda llegó a su fin… [Haz click en la imagen]


Casi 10 años más tarde, el 14 de febrero de 1990, a una distancia de 6000 millones de km, justo antes de abandonar el Sistema Solar, Voyager I miró atrás para poder echar un último vistazo y despedirse de su hogar. Esta fotografía es la última imagen que el Viajero 1 vio de su casa.

Si nos fijamos un poco más, vemos esto. Fíjate en ese punto pálido azul.

El astrónomo Carl Sagan hizo la siguiente reflexión sobre la foto, que no tiene ninguna pérdida.


Desde este punto de vista lejano, la Tierra puede no parecer de cualquier interés particular. Pero, para nosotros, es diferente. Consideremos de nuevo ese punto. Eso es aquí. Eso es nuestra casa. Eso somos nosotros. Ahí ha vivido todo aquel de quien hayas oído hablar alguna vez, todos los seres humanos que han existido.
La suma de todas nuestras alegrías y sufrimientos, miles de religiones seguras de sí mismas, ideologías y doctrinas económicas, cada cazador y cada recolector, cada héroe y cada cobarde, cada creador y destructor de civilizaciones, cada rey y cada campesino, cada joven pareja enamorada, cada niño esperanzado, cada madre y cada padre, cada inventor y explorador, cada maestro de moral, cada político corrupto, cada “superestrella”, cada “líder supremo”, cada santo y cada pecador en la historia de nuestra especie ha vivido ahí – en una mota de polvo suspendida en un rayo de sol.
La Tierra es un muy pequeño escenario en una vasta arena cósmica. Piensa en los ríos de sangre vertida por todos esos generales y emperadores, para que, en gloria y triunfo, pudieran convertirse en amos momentáneos de una fracción de un punto. Piensa en las interminables crueldades cometidas por los habitantes de un lugar del punto sobre los apenas distinguibles habitantes de alguna otra parte del punto. Cuán frecuentes sus malentendidos, cuán ávidos están de matarse los unos a los otros, cómo de fervientes son sus odios. Nuestros posicionamientos, nuestra imaginada auto-importancia, la ilusión de que ocupamos una posición privilegiada en el Universo … Todo eso es desafiado por este punto de luz pálida.
Nuestro planeta es un solitario grano de polvo en la gran penumbra cósmica que todo lo envuelve. En nuestra oscuridad -en toda esta vastedad-, no hay ni un indicio de que vaya a llegar ayuda desde algún otro lugar para salvarnos de nosotros mismos. Dependemos sólo de nosotros mismos. La Tierra es el único mundo conocido hasta ahora que alberga vida. No hay ningún otro lugar, al menos en el futuro próximo, al cual nuestra especie pudiera migrar. Visitar, sí. Colonizar, aún no. Nos guste o no, en este momento la Tierra es donde tenemos que quedarnos.
Se ha dicho que la astronomía es una experiencia de humildad, y yo añadiría que formadora del carácter. En mi opinión, no hay quizá mejor demostración de la locura de la soberbia humana que esta distante imagen de nuestro minúsculo mundo. Para mí, subraya nuestra responsabilidad de tratarnos los unos a los otros más amable y compasivamente, y de preservar y querer ese punto azul pálido, el único hogar que jamás hemos conocido.


En septiembre de 2012, Voyager 1 se encontraba a más de 11000 millones de km del Sol y en diciembre se desplazaba a más de 17.000 km/s. Aunque muy pronto se perderá la comunicación, pues la propia luz tarda casi 17 horas en cubrir la distancia que nos separa, e estima que el Viajero I entre al Medio Interestelar en algún momento entre 2013 y 2015, continuando esta travesía personal, que nos permitirá descubrir más misterios sobre el Cosmos que nos rodea.


Por otro lado, para terminar, las sabias palabras del Doctor Sagan iluminan el camino de muchas personas, que quieren que nuestra especie pueda seguir disfrutando de “el punto pálido azul, el único lugar que hemos conocido”.


0
0



Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

AlphaOmega Captcha Classica  –  Enter Security Code