¡Cómo cambia el Cuento!

Las Navidades son siempre una época triste y feliz a la vez. Triste porque es una época en la que se recuerdan esas reuniones familiares con aquellos que ya no están o que por muchos motivos no la han podido disfrutar con nosotros. Por otra parte es feliz porque aprovechamos esos momentos para estar con aquellos a los que vemos en pocas ocasiones y, ¡cómo no! de los regalos.

Los regalos, al igual que nosotros, van cambiando. Cuando eres “pequeño” pides el típico peluche o juguete de tu serie favorita y conforme vas madurando tus regalos también lo hacen y pides el último teléfono que acaba de sacar Apple al mercado. Aunque son diferentes regalos, ambos nos ayudan a convertir estas fiestas en algo especial que no está en ningún otro momento. Quizá esto lo provoque el pensar que una noche, cuando ya estemos durmiendo, llegarán a nuestras casas unos seres con nuestros regalos preferidos y que, si hemos sido buenos o malos, tendremos más o menos.  ¡Qué ilusión!

Poco a poco, cuando el tiempo pasa nuestra ilusión va cada vez a menos hasta que, si no fuera por la familia, sería otra fiesta más. Especialmente en el caso de que haya primos pequeños, cuando ellos abren los regalos, nos permiten recordar esos momentos en los que también nosotros los abríamos y descubríamos qué era lo que nos estaba esperando, mientras el resto de la familia nos grababa con fotos y vídeos para recordar el momento cuando fuéramos mayores.

Esta Navidad como todas las demás habrá cenas, empachos, marisco (mucho marisco), niños abriendo regalos y felicidad sobre todo lo demás. Es así como, aunque el tiempo pase, conseguimos que en nuestras vidas se haga un hueco especial a esta fecha, tan esperada por unos y tan odiada por otros. En cualquiera de los dos casos hemos de tratar que se pase lo mejor posible. Así que ya sabes, sonríe.

-J-

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