Tras leer y escuchar el término ‘islamofobia’ utilizado por periódicos y demás medios de comunicación cientos de veces en las últimas semanas, he caído en la cuenta de por qué el mundo se está derrumbando.
Desgraciadamente, es humano y reprochable dividir a la sociedad en grupos y tachar a estos bajo un sobrenombre común, al igual que es innegable la barbarie cometida por el grupo terrorista ISIS. Los denominados yihadistas han causado miles de muertes, utilizando un tema tan vulnerable como la religión para encubrir sus delitos. Pero… ¿son todos los musulmanes, yihadistas?
El Islam no es ISIS. El Islam no es el Estado Islámico. El Islam está formado por, aproximadamente, mil seiscientos millones de personas, y más de mil quinientos millones setecientos mil inocentes.
Cada persona es única. El hecho de pertenecer a una religión no te convierte en un santo, pero tampoco en un asesino. Las religiones no son sectas satánicas, ni por consecuente lo es el ateísmo.
Cualquier humano tiene derecho a decidir su ideología y no ser juzgado por ello. ¿Acaso TODOS los hombres blancos hemos de ser encarcelados por haber llevado a cabo los mayores genocidios de la historia?
Al fin y al cabo, está en nuestras manos dejar de memorizar todo aquello que los informativos desean meternos en la cabeza acerca de los enemigos, porque quizá son los productores de las cadenas o directores de periódicos, entre otros, quienes más están ayudando, con sus titulares sinsentido, –¿inconscientemente?– a los grupos terroristas, usando armas tan potentes como la televisión e Internet para concienciarnos de lo temida y peligrosa que puede llegar a ser una mujer con velo, o un anciano saliendo de la mezquita en viernes.
Eso es lo que debe realmente horrorizarnos, que nos inculquen odio sin fundamento alguno.
